Seguramente a todos nos pasa que asociamos alguna pieza musical con un momento, una persona, un acontecimiento. En mi caso tengo asociado el 3 de mayo, nada más y nada menos, que con “La consagración de la primavera” de Stravinski. ¿Y esta cosa tan excéntrica? Tiene su historia. Hace ya 22 años, cuando cursaba una asignatura de Antropología Cultural en la Universidad, un grupo de compañeros realizamos un trabajo de campo sobre la Fiesta de la Cruz en Los Realejos, que culmina con la mayor exhibición pirotécnica de Canarias. La cosa se sobredimensionó y terminamos realizando un documental de 40 minutos que nos llevó varios de meses de trabajo, entre el estudio propiamente dicho y el montaje final. Una de las tareas que me agencié fue la selección de la banda sonora del vídeo. Después de darle muchas vueltas terminé seleccionando una sección del comienzo de la obra, poco después del solo sobreagudo del fagot, donde la orquesta suena toda ella como un gran instrumento de percusión. A pesar de que algún compañero hubiera preferido algo más convencional mi insistencia en esta elección dotó al vídeo de un final misterioso, en consonancia con esta fiesta de fuego, noche y emoción.
Es sabido que el estreno de esta obra en 1913, creada para los Ballets Rusos de Sergei Diagilev, supuso un monumental escándalo. El público empezó a abuchear un rato antes de que terminara. Sólo algunos críticos innovadores supieron ver el nuevo camino orquestal que Stravinski abría con esta obra. Hoy es un clásico incuestionable (suele ocurrir). Lo cierto es que sigue teniendo un aire rabiosamente moderno casi un siglo después de su estreno.
Hicimos una presentación para los profesores, compañeros de nuestro curso y muchos otros amigos en un restaurante de La Laguna con notable éxito. La pena es que la presentación que teníamos comprometida con la gente del pueblo falló estrepitosamente porque se averió el proyector que habíamos contratado (era otra época menos tecnológica). Hoy, tantos años después, sigo teniendo en mi cabeza estos ritmos salvajes y primitivos de “La consagración de la primavera”, este sortilegio extraído de lo más profundo del alma rusa. ¿No se habían dado cuenta de que el 3 de mayo suena a Stravinski?
Es sabido que el estreno de esta obra en 1913, creada para los Ballets Rusos de Sergei Diagilev, supuso un monumental escándalo. El público empezó a abuchear un rato antes de que terminara. Sólo algunos críticos innovadores supieron ver el nuevo camino orquestal que Stravinski abría con esta obra. Hoy es un clásico incuestionable (suele ocurrir). Lo cierto es que sigue teniendo un aire rabiosamente moderno casi un siglo después de su estreno.
Hicimos una presentación para los profesores, compañeros de nuestro curso y muchos otros amigos en un restaurante de La Laguna con notable éxito. La pena es que la presentación que teníamos comprometida con la gente del pueblo falló estrepitosamente porque se averió el proyector que habíamos contratado (era otra época menos tecnológica). Hoy, tantos años después, sigo teniendo en mi cabeza estos ritmos salvajes y primitivos de “La consagración de la primavera”, este sortilegio extraído de lo más profundo del alma rusa. ¿No se habían dado cuenta de que el 3 de mayo suena a Stravinski?
No conocía la historia de la obra, pero no me importa nada adherirme a la causa del 3 de Mayo. Ahora mismo me pongo a escucharlo. Un abrazo.
ResponderEliminarLa referencia a los 22 años, nos lleva a pensar cuán efímera es la vida. Nos gustaría, siendo objetivos, contribuir modestamente aportando la dimensión religiosa en consonancia con esta fiesta de fuego, noche y emoción.
ResponderEliminarSalud-os
Sabías Damián que las cruces, en sus inicios, fue una fiesta pagana. Pues eso tengo entendido, ¿qué cosas verdad?
ResponderEliminarUn abrazo
La gran mayoría de las fiestas cristianas, tienen un transfondo 'pagano'. En ese sentido, han innovado poco.
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