Cada vez estamos menos acostumbrados a asistir a lecciones de coraje y dignidad moral, sobre todo en estos tiempos en los que se impone mirar para otra parte mientras no me toquen el bolsillo. Eso es lo que está haciendo Aminetu Haidar. Supongo que ya es un tópico recurrir a la comparación con Gandhi. Pero no cabe duda que esta mujer saharaui se ha inscrito en la nómina, y no sólo por este gesto, de los grandes luchadores por los derechos humanos. Su desafío no es sólo a dos Estados, enfrascados en sus tiras y aflojas político-económicos. Es un desafío frente al olvido, la desidia y la ignominia que ha envuelto los últimos años de la causa saharaui. Esos años en los que Marruecos decidió que ese territorio debía convertirse en su patio trasero con la tácita complacencia de una España que bastante tenía con sobrevivir a sí misma. La actitud de Haidar ha destapado las vergüenzas de unos y otros, las “razones de Estado” que tan poco tienen de humanas y las contradicciones de un gobierno español que juega a ponerle una vela a Dios y otra al Diablo.
La posible muerte de Haidar sería la muerte de una voz imprescindible. Aminetu, pese a haber recibido el Premio Juan Mª Bandrés a la Defensa de los Derechos de Asilo y Solidaridad con los refugiados, el premio Silver Rose Award 2007 del Parlamento Europeo o el Premio de Derechos Humanos Robert F. Kennedy no es una diva de las causas humanitarias. Es una mujer que ha sufrido en su propia carne las penalidades de la cárcel y de la tortura por su activismo político. Que sabe lo que son vejaciones y humillaciones por negarse a aceptar la dominación marroquí. Que una mujer quiera reunirse con sus hijos sin tener que aceptar el estado actual de cosas, que anteponga la dignidad a cualquier otra cosa y que esté dispuesta a poner en juego su vida para ello refleja las profundas convicciones de esta persona.
En contraste con esta actitud tenemos las recientes declaraciones del cónsul de Marruecos en Canarias quien exige de Aminetu que pida perdón al Rey Mohamed V y acepte el vasallaje como buena súbdita del reino marroquí. Si no fuera por la fecha del periódico uno podría pensar que se trata de un episodio propio de la Edad Media (aunque ya se sabe que esto de los periodos históricos es algo muy laxo). ¿Y Canarias? Me remito igualmente, puesto que yo no lo diría mejor, a las recientes declaraciones de José Saramago después de visitar a Haidar en el aeropuerto de Lanzarote.”Cuando se me habla de los canarios pienso que deberían preocuparse más de sus islas, donde se producen fenómenos de corrupción que avasallan y que no despiertan aquí, parece, demasiada preocupación. Si no se preocupan por lo que sucede en su casa ¿cómo van a preocuparse de manera eficaz de lo que sucede en el Sáhara, por muy cerca que esté? (...)” (El País. 04.12.2009). A esto hay que añadir que la Consejera de Turismo del Gobierno de Canarias lamentaba la imagen que esta situación da de las islas de cara al visitante extranjero que pasa por el Aeropuerto de Guacimeta. Tenemos lo que nos merecemos. Pobre Aminetu, con la de aeropuertos que hay en el mundo...
La posible muerte de Haidar sería la muerte de una voz imprescindible. Aminetu, pese a haber recibido el Premio Juan Mª Bandrés a la Defensa de los Derechos de Asilo y Solidaridad con los refugiados, el premio Silver Rose Award 2007 del Parlamento Europeo o el Premio de Derechos Humanos Robert F. Kennedy no es una diva de las causas humanitarias. Es una mujer que ha sufrido en su propia carne las penalidades de la cárcel y de la tortura por su activismo político. Que sabe lo que son vejaciones y humillaciones por negarse a aceptar la dominación marroquí. Que una mujer quiera reunirse con sus hijos sin tener que aceptar el estado actual de cosas, que anteponga la dignidad a cualquier otra cosa y que esté dispuesta a poner en juego su vida para ello refleja las profundas convicciones de esta persona.
En contraste con esta actitud tenemos las recientes declaraciones del cónsul de Marruecos en Canarias quien exige de Aminetu que pida perdón al Rey Mohamed V y acepte el vasallaje como buena súbdita del reino marroquí. Si no fuera por la fecha del periódico uno podría pensar que se trata de un episodio propio de la Edad Media (aunque ya se sabe que esto de los periodos históricos es algo muy laxo). ¿Y Canarias? Me remito igualmente, puesto que yo no lo diría mejor, a las recientes declaraciones de José Saramago después de visitar a Haidar en el aeropuerto de Lanzarote.”Cuando se me habla de los canarios pienso que deberían preocuparse más de sus islas, donde se producen fenómenos de corrupción que avasallan y que no despiertan aquí, parece, demasiada preocupación. Si no se preocupan por lo que sucede en su casa ¿cómo van a preocuparse de manera eficaz de lo que sucede en el Sáhara, por muy cerca que esté? (...)” (El País. 04.12.2009). A esto hay que añadir que la Consejera de Turismo del Gobierno de Canarias lamentaba la imagen que esta situación da de las islas de cara al visitante extranjero que pasa por el Aeropuerto de Guacimeta. Tenemos lo que nos merecemos. Pobre Aminetu, con la de aeropuertos que hay en el mundo...
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