¿No querían algunas pruebas
definitivas e incontestables del apocalipsis cultural en el que estamos metidos
hasta las cejas? Aquí las tienen: Belén
Esteban, una de las “escritora” de más ventas en los últimos años; el Pequeño Nicolás, excrecencia nacional
de última hora, contratado para el Gran Hermano VIP ganando 3.000 euros al día;
Bertín Osborne a la cabeza de los
índices de audiencia en 2015. Aterrador
¿no es verdad? Cuando cien mil personas abonan una pasta por hacerse con el tan
preciado tesoro bibliográfico de la Esteban, lleno de vivencias enriquecedoras
y ejemplificantes, en las que puede uno reconocerse en su condición humana,
cuando millones de individuos emplean una parte considerable de su tiempo en
las aventuras del pícaro jovencito o el señorito andaluz sempiterno, es que ya
no hay cama para tanta gente. Si pensamos que esas personas no están solas, que
tienen un entorno de familiares, amigos y vecinos con los que la mayoría de las
veces se comparte una cosmovisión muy aproximada entonces creo que es mejor ir
recogiendo los bártulos y meterse de lleno con aquel curso semiabandonado de
danés urgente. Estos datos apocalípticos no pueden despacharse con un sencillo
“es cuestión de gustos” o con una apelación al puro entretenimiento. Para
gustos o entretenimiento la panoplia de opciones en absoluto dañinas para la
estructura neuronal y la conciencia moral del personal es enorme. Pero que haya
una fatal coincidencia en que personajes como estos son los superstar cuyas cuitas hay que seguir día
sí y al otro también es la evidencia de que el Homo Sapiens ha llegado, en
alguna de sus variantes, a un terrible callejón sin salida. ¿Qué se ha hecho
mal, entonces? ¿No estábamos antes las generaciones mejor educadas de la
historia? ¿La sociedad del conocimiento, las autopistas de la información, no
auguraban una nueva Ilustración? ¿La extensión de la ciencia, del pensamiento
crítico, no nos iba a permitir por fin desechar lo nocivo para quedarnos con lo
beneficioso? ¿Representan Belén Esteban, el Nicolás de las narices y el Osborne
pura cepa el ser humano nuevo, emancipado, que el pensamiento sesentayochista
auguraba para las décadas venideras? ¿Será que somos los que nos resistimos a
caer en el hoyo de la chabacanería más rancia los que estamos absolutamente
equivocados?
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