domingo, 30 de octubre de 2011

El Cazador de Libros (18) Inmortal Galeano

Reconozco que no he leído “Las venas abiertas de America Latina” de Eduardo Galeano. Una de mis muchas asignaturas pendientes. Pero algunos otros libros de este escritor uruguayo sí. Hoy, como muchos cientos de personas, he tenido la oportunidad de asistir por primera vez, en el marco del festival Miradas Doc, en Guía de Isora, a una conferencia / lectura de este escritor. Y ¿qué puedo decirles? Sencillamente que fue una experiencia inolvidable. Galeano, con su voz abaritonada, cadenciosa y embriagadora, leyó unos textos de su próxima publicación. Unos textos que, afortunadamente, continúan en esa línea de literatura político y social que siguen siendo tan necesaria hoy en día. De hecho, Galeano es algo así como la voz de la humanidad doliente, la de los desposeídos y arrinconados de la historia. Ahora que viene un largo invierno derechoso en estas tierras desventuradas tengo la sensación de que muchos de los asistentes fuimos con la intención de cargar las alforjas para encarar esta larga travesía que nos espera. Y es que Galeano es el alimento de los que anteponen la defensa de lo humano a la insidia de los poderosos. Hace realidad aquello de que no hay nada más desarmante y perentorio que la memoria histórica, sobre todo frente a quienes defienden que la amnesia colectiva es la garantía del progreso (el del suyo particular, por supuesto). Fue también reconfortante comprobar cómo aún tiene poder de convocatoria la llamada del compromiso con los vencidos y los humillados, cómo se saludan fraternalmente quienes se dan cita en ese pequeño altar de las letras con alma que representa la obra de Galeano.
En el pequeño puesto que se montó a la entrada del Auditorio solo alcancé a comprar “Días y noches de amor y de guerra” (Alianza 2008), una suerte de memorias -otra de mis grandes pasiones. Intenté ver la forma de que, junto al ejemplar de “El libro de los abrazos” que llevé de mi biblioteca, me los firmara Galeano pero este se perdió entre bambalinas y el gentío que pululaba por todas partes. ¡Qué le vamos a hacer! Por lo menos quedará en mi durante bastante tiempo el eco de sus palabras que hablan directamente al corazón del ser humano.

miércoles, 26 de octubre de 2011

El Aula (17) Docencia y sentido

A José Mª Toro, por sus múltiples regalos.

Nada tiene un sentido intrínseco. Como mucho podríamos decir que el único propósito de la vida es asegurarse que las cadenas de transmisión del ADN no se interrumpan. Pero, bueno, está claro que este planteamiento tan descarnado difícilmente puede satisfacernos. Así que no nos queda más remedio a nosotros, seres dotados de conciencia (no todos), que poner sentido donde no lo hay, al menos para poder ir tirando. Y es ésta una tarea que muchas veces debemos encarar colectivamente puesto que no hay propósitos que nos atañan a nosotros solos. En el universo de la educación es quizás donde más perentoriamente tenemos que dotarnos de sentido. ¿Qué significa 'educar'?, ¿cuál es papel del docente y su inserción en la compleja red social en la que se encuentra?, ¿qué se espera de él?, ¿cuáles son los fines de la educación y cuáles los medios? El caso es que estas cuestiones no tienen un respuesta unívoca y definitiva. Pertenecen al registro más profundo de la función educativa y se nos presentan fastidiosamente una y otra vez a lo largo de nuestra vida profesional. Hay quienes pretenden obviarlas y cierran la cuestión dando un sonoro capertazo: ¡a mi me pagan para enseñar esto o lo otro! Y quizás tengan razón, sobre todo porque cuando superaron un proceso de oposición o los llamaron de unas listas de sustitución les hicieron creer que la cosa sería tan fácil como eso. Nos dijeron que íbamos a tener alumnos y nos encontramos con personas. Nos hicieron presentar una programación didáctica para jovencitos modélicos que iban reconocer nuestra autoridad de entrada con un sonoro taconazo e iban asistir extasiados ante nuestro imponente magisterio y nos encontramos con una tribu desconocida. ¡Nadie nos advirtió de esto! Nos apabullan con programaciones, con unidades didácticas hasta para ir al baño, con procesos evaluadores de competencias y pretendemos que ese océano de vida multiforme que puebla las aulas entre por el ojo de esa aguja. Siempre he pensado que lo esencial de la educación se resume en un principio muy sencillo: en la transmisión de un legado que un maestro adulto pone en las manos de un joven alumno. Pero ¿qué legado?, ¿de qué manera se transmite? y, sobre todo, ¿para qué hacerlo?
Estas reflexiones me vienen a la cabeza después de la visita a mi centro de José Mª Toro, un escritor y formador de maestros, que tiene esa terrible manía de confrontarnos con el sentido profundo de nuestra tarea como docentes. Vale la pena pararse de vez en cuando y pensar. Sobre todo porque el accionismo, (término acuñado por Theodor Adorno para designar esa tendencia irreprimible de algunos a la acción sin reflexión previa) suele tener consecuencias bastante contraproducentes. La principal de ella es que la fuerza de los hechos terminará, como muy bien insiste José Mª, por descentrarnos. Y un profesor descentrado es una baja que no nos podemos permitir en esta lucha sin fin por la humanización del individuo que es la educación.

miércoles, 19 de octubre de 2011

El Aula (16) La soledad del profesorado

Decía Marx que una de las formas de alienación de los trabajadores es impedirles que se comuniquen entre ellos en el trabajo. Ahora que los vientos educativos, con la Aguirre a la cabeza, soplan en la dirección de reducir la actividad docente a prácticamente las horas lectivas esto se va a convertir en un sepulcro blanqueado. Dentro de una perspectiva tecnócrata los profesores no tienen nada de qué hablar, únicamente aplicar las programaciones y protocolos que les vienen dadas. Todo lo demás son zarandajas y pérdidas de tiempo que no van a ser financiadas con dinero público. En cualquier caso, para eso ya están las sesudas mentes pedagógicas que trabajan para los gestores de lo público, a parte de ver por dónde seguir metiendo la tijera, en emitir decretos a destajo que, generalmente a destiempo, aumentan todavía más la confusión del personal. Por eso no es de extrañar que en los pocos huecos que van quedando el profesorado aproveche para compartir sus dudas, temores y desconciertos, a veces de manera vehemente y deslavazada. Lo peor, sin duda, es que una parte importante de los docentes han terminado por interiorizar que esto no tiene salida. Una vez que la formación ha quedado reducida en gran parte a programas de teleformación, cuando la mayorías de las horas complementarias que van quedando están destinadas a guardias (una especie de vigilante de grandes almacenes sin porra ni esposas), o a partir de que la prioridad absoluta sea que un grupo de alumnos no se quede sin un profesor en el aula (aunque la cosa consista en que el profe de inglés les reparta unos ejercicios que casi nadie hace) entonces empieza a ser difícil seguir hablando del compromiso del profesor con su profesión. Para cerrar el círculo ya se han ocupado (los supuestamente encargados de defender la enseñanza pública) de difundir la idea de que la profesión docente es una especie de vacaciones permanentes remuneradas. Esto no tiene remedio mientras el profesorado no se empodere de nuevo, mientras no se decida a protagonizar el verdadero cambio educativo que todo el mundo reclama y nadie sabe o quiere cómo hacerlo, mientras no se decida a hablar sin tapujos ni complejos de todo aquello que le afecta y constituye el núcleo de la imprescindible y noble tarea de enseñar.

viernes, 14 de octubre de 2011

Arte a todas horas (6) Oscar Domínguez en el TEA

Próxima ya a su clausura, la exposición “Óscar Domínguez, una existencia de papel”, llevada a cabo en el TEA (Tenerife Espacio de las Artes), ha constituido un éxito histórico. Los promotores de la misma han logrado montar una muestra que nada tiene que envidiar a cualquier otra organizada por los principales centros de arte europeos. Lo cierto es que ésta era, a pesar de la corta existencia del TEA, una exposición obligada y esperada. Como todo el mundo sabe, la intención original del Cabildo de Tenerife era que este centro de arte llevara el nombre de nuestro pintor más internacional, Oscar Domínguez. Inicialmente iba a llamarse IODAC (Instituto Oscar Domínguez de Arte Contemporáneo) pero en una decisión un tanto incomprensible fue sustituido por el descafeinado, pero muy cargado de teína, nombre actual. Algunas malas lenguas apuntaron a un cierto complejo de última hora respecto a la altura artística de nuestro reivindicado Domínguez. El Cabildo llegó a adquirir, en aquellos años de bonanza económica, obras de este pintor con el propósito de dotar al centro de unos fondos mínimamente representativos. Desde luego este pintor surrealista afincado en París vivió a la sombra de los grandes monstruos de su época, Dalí, Ernst o Magritte. Pero casi sin lugar a dudas Oscar Domínguez dio ese salto internacionalista que tuvo como corolario uno de los momentos más fructíferos de la actividad artística en Canarias: la Gaceta de Arte o la segunda exposición surrealista celebrada en el Ateneo de Santa Cruz de Tenerife en 1935, al que acudiera nada más y nada menos que el apóstol de este movimiento artístico, André Breton. Soy de los que cree que Domínguez reúne méritos suficientes para que el referente artístico de la isla de Tenerife lleve su nombre, cosa que esta magnífica exposición vuelve a poner de manifiesto. Pero, en fin, esta es una polémica, al parecer, cerrada. Hay que felicitar a su comisario, Isidro Hernández, por haber conseguido plasmar el contexto cultural e histórico en el que se inscribe el pintor. Varias de las salas muestran un diseño atrevido y sugerente y el efecto final que transmite es la de una exposición verdaderamente insuperable.
PD: casi como bonus track de la exposición de Óscar Domínguez, nos encontramos con el montaje de la feliz sociedad formada por los pintores Martín & Sicilia. Su muestra Black Friday te permite, por ejemplo, vivir toda una aventura detectivesca en un desguace de coches. Y si no vean la fotografía de abajo.

lunes, 10 de octubre de 2011

El Impertinente (9) Mi padre y la conciencia de clase

Mi padre era canalero. Se ocupaba de la distribución del agua en una de las muchas galerías del norte de Tenerife. Durante cuarenta años no tuvo un solo día de descanso en su trabajo. Ni un domingo, ni Navidad, ni Año Nuevo. Todos los días durante la mayor parte de su vida mi padre se levantaba a las cinco de la mañana para poner en marcha un motor que elevaba el agua desde un estanque al nivel del mar hasta una cota superior. Luego tenía que recorrer el canal de varios kilómetros de longitud y distribuir el agua entre los muchos accionistas que demandaban puntualmente el líquido elemento para sus jardines. El dueño de la galería, un aguateniente de mucho postín, era además uno de los grandes próceres de la industria turística. Alguna que otra vez acompañé a mi padre los días que acudía al gran hotel del magnate a recoger su salario en un sobre. En más de una ocasión tenía que esperar durante horas a que el patrón se dignara a recibirlo e incluso no era raro que tuviera que volver de vacío a casa. A pesar de esto, mi padre jamás se quejó. Para él el patrón pertenecía a una casta superior. Siempre hablaba de su jefe con una mezcla de admiración y respeto. El caso es que mi padre no era ningún analfabeto. Leía compulsivamente novelas del oeste, su periódico diario (comenzando siempre por la última página) y tenía un punto de cinéfilo de salón. El aguateniente que regía su vida no era, por otra parte, una persona precisamente docta. ¿Cuál era, por tanto, la diferencia esencial entre uno y otro? Pues muy sencillo. El patrón era un individuo sumamente rico y mi padre apenas se las apañaba para vivir. Esto lo aprendí desde pequeñito.
Decía el viejo Marx, un personaje al que muchos empiezan a remitirse de nuevo dada sus exhaustiva y clarividente crítica del capitalismo, que “detrás de cada rico hay un ladrón”. Esta frase provocadora encierra una profunda evidencia. ¿Alguien cree que una persona con el mero sudor de su frente, con el fruto exclusivo de su propio trabajo, puede llegar a convertirse en rico? Este aguateniente basaba gran parte de su fortuna en el trabajo de personas como mi padre que le entregaban su vida a cambio de un salario de mala muerte. Mi padre pensaba que ese era el orden natural de las cosas. El caso es que mi esforzado progenitor se murió a los pocos meses de jubilarse. Mientras su antiguo patrón acumulaba honores y bustos públicos sus empleados pasaban de puntillas por la vida sin que nadie les mostrara el más mínimo reconocimiento por sus muchísimos años de denodados esfuerzos. Puede decirse que mi padre carecía por completo de conciencia de clase. Para él los intereses de aquellos para los que trabajaba estaban muy por encima de los suyos. Que su familia no tuviera un solo día de vacaciones o que tuviera que pluriemplearse para poder llegar a final de mes no eran motivos suficientes para elevar una sola queja.
Cualquiera podría pensar que la manera de actuar de mi padre era consecuencia de una educación y de una época concreta. Y tiene toda la razón. Pero lo que me resulta preocupante es que esta identificación del común de la ciudadanía con los intereses espurios de la casta dominante parece volver a reactivarse. En estos tiempos de demolición y derribo que nos toca vivir parece estar produciéndose una especie de Síndrome de Estocolmo colectivo. ¿Se imaginan a una persona a la que le van a echar abajo su casa jaleando y aplaudiendo a quien se acerca amenazadoramente con la piqueta?, ¿pondría usted los servicios públicos esenciales (sanidad y educación, por ejemplo) en manos de quienes no necesitan hacer uso de ellos?, ¿piensa usted que quienes viven en una burbuja de lujo y bienestar van a perder el sueño por los cinco millones de parados?, ¿que les va a temblar el pulso a la hora meter la tijera donde más les duele a las clases humildes? Algo así parece estar sucediendo en estos momentos.
Con el objetivo de neutralizar los efectos de que la gente se pare a pensar hay quien afirma que eso de las clases sociales es una historieta del pasado, que la cosa hoy es mucho más compleja que en la época de la Revolución Industrial. Y debe ser así cuando resulta que, por lo visto, personajes como Amancio Ortega, el dueño de Zara y no sé que más, a la hora de pagar impuestos no tiene donde caerse muerto o que la élite económica y mediática de este país en realidad tributa en paraísos fiscales donde se ahorran unos buenos pellizcos. En realidad sí que existen las clases: la de los tontos y la de los listos.

viernes, 7 de octubre de 2011

Acción Solidaria (4) Nobel de la Paz 2011

Dos años después de la concesión del Premio Nobel de la Paz a Barack Obama, ¿el jurado habría tomado hoy la misma decisión?, ¿ha convertido el presidente de los EE.UU aquellas esperanzas en realidad?, ¿el presidente que iba a terminar con el agujero negro de Guantánamo y acaba de negar al Estado Palestino ha acreditado su condición de “Príncipe de la Paz”? Evidentemente no. Después de la solemne metedura de pata que supuso este galardón, sumado a otros desaguisados históricos, la Academia Sueca vuelve por el camino de la racionalidad al otorgárselo a tres mujeres que se han destacado por su lucha por los Derechos Humanos. Las liberianas Ellen Johnson Sirleaf y Leymah Gbowee y la yemení Tawakkul Karman. Un rápido vistazo a los perfiles de urgencia que han lanzado las agencias después de conocerse el fallo del jurado muestran a tres mujeres que han desempeñado una labor titánica en el peor contexto imaginable. Su condición de mujeres en entornos claramente hostiles representa un plus añadido extraordinario. De esta forma la Academia visibiliza aquello que la ciudadanía mundial necesita conocer, valorar y apoyar, que no es otra cosa que la lucha por los Derechos Humanos y la paz mundial. Y éste debiera ser el papel de una institución como la sueca. Hay que esperar que hayan aprendido de sus errores y dejen de jugar en el futuro la carta del oportunismo político y los intereses diplomáticos. Una vez tachados algunos pegostes de la lista de premios nobel hay que saludar con satisfacción la más que merecida incorporación de estas tres mujeres, que a buen seguro se convertirán en un referente ético del que tan necesitado estamos.

martes, 4 de octubre de 2011

El Catalejo (33) La izquierda que necesitamos

Hay que tener un cerebro del tamaño de una almendra para pensar que la salida a esta crisis la van a protagonizar quienes son los responsables de este desaguisado. El amplio espectro de la derecha (la real, la oficiosa y la disimulada) debe estar que no cabe en sí de gozo contemplando este gigantesco proceso de desmantelamiento del Estado del Bienestar y de los derechos laborales y civiles conquistados en las últimas décadas. Obviamente, la única respuesta social, efectiva y contundente a esta estafa en forma de crisis debe proceder de la izquierda. Ahora bien, en esta tesitura la izquierda tiene que estar a la altura del enorme envite que se nos viene encima. El actual panorama, caracterizado por la desarticulación, el numantinismo y el cainismo de diverso signo en los que incurren un día sí y otro también los distintos grupos políticos de la izquierda real es el mejor caldo posible para el desguace total en el que estamos inmersos. El despiste y la desazón que en grandes sectores de la población provoca que un partido autodenominado de izquierda (no sé si aún siguen utilizando esa denominación o ya la han sustituido en sus manuales de estilo por algún eufemismo) como es el PSOE lleve a cabo políticas neoliberales sin rubor alguno, al menos en lo que verdaderamente da de comer (o mejor lo quita) como es la economía, ha causado un daño tremendo a la causa verdaderamente progresista. El caso es que ahora parece que al PSOE sus propios complejos y su deriva esquizofrénica le va a pasar factura lo cual supone un reto añadido para quienes aún piensa que las personas están antes que las finanzas. La izquierda que necesitamos en estos momentos es la izquierda que es capaz de ponerse de acuerdo ella misma en lo esencial, con altura de miras y el periscopio puesto en lo que tenemos por delante, esto es, en las tremendas dosis de sufrimiento que los mercados y toda esa jerga mercantil aledaña van a causar a una multitud de personas. Este y no otro es el verdadero enemigo. ¿Quién va a poner el freno a este disparate?, ¿quién va a ejercer de paraguas de los desprotegidos?, ¿quién va a ser la voz de la legión de desposeídos que empezarán a vagar por doquier?, ¿quién se opondrá enérgicamente al avance de las tesis negacionistas del cambio climático que se abren paso con fuerza día a día? El 15M, con todo lo que tiene de vendaval de aire fresco, ha puesto de manifiesto también una importante debilidad: su renuncia a una organización efectiva y su rechazo frontal a generar nuevos liderazgos (obsesionados por el prurito de no caer en en las prácticas del sistema al que se oponen, no sin razón, frontalmente). Son estos dos elementos, precisamente, organización y liderazgo, lo que se requiere perentoriamente hoy en día. Pero, eso sí, ambas cosas mediatizadas por un requisito previo fundamental: el escrupuloso respeto a los procedimientos democráticos. Así que, hoy más que nunca, la izquierda tiene que llegar a un gran consenso para pasar a lo que verdaderamente importa: la lucha social que tenemos por delante en un escenario cada día más parecido a La Matanza de Texas (que se lo cuenten a los griegos).